OVIEDO "Un cuento de hadas"
OVIEDO
“Un cuento de hadas”
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS: Juanjo Pardo Mora
Atravesamos los campos de Castilla y León en dirección al Puerto de Pajares. El tren ralentiza su marcha al ascender por sus abruptas pendientes hasta alcanzar sus 1378 metros de altitud. Al mirar por la ventanilla más parece uno ir en un aeroplano que en un vagón de Renfe, por los profundos valles que se van sucediendo a uno y otro lado del tren. De este modo tan espectacular da Asturias la bienvenida al viajero que se adentra desde la meseta.
«¡Qué delicioso país al continuar la bajada que sigue hasta Campomanes! Va el camino faldeando los montes a la derecha y a la izquierda, toda llena de prados, hasta la cumbre, caseríos y algunos sembrados de trigo y maíz. El río en lo profundo, pero bien aprovechadas las aguas de las vertientes para el riego…».
Acompañamos a uno de estos peregrinos por la Basílica y nos disponemos a descubrir las entrañas de ese santo lugar. Descendemos a la Cámara Santa , donde nos aguardan la Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria. Esta última se convirtió en el símbolo de Asturias, y aparece en el escudo del Principado. Cuenta la leyenda que fue la que enarboló el Rey Don Pelayo como estandarte en la batalla de Covadonga contra los musulmanes.
Pero algo más llama nuestra atención. Detrás de la Cruz de los Ángeles se expone una reproducción del sudario que, según la tradición cristiana, envolvió la cabeza de Jesús de Nazaret tras la crucifixión en el monte Gólgota. El original se encuentra en un arca bajo la cruz, de madera de roble y recubierta de plata, llamada Arca Santa.
Cuenta la historia que en el Siglo VII los cristianos huyeron de Palestina, tras la invasión persa, portando las reliquias en un arca. Al parecer fueron bordeando el Mediterráneo, quizás haciendo escala en Alejandría (Egipto), y arribando a España por Cartagena. Desde Murcia el arca llegaría a Sevilla, Toledo y, huyendo de la invasión musulmana, a Asturias.
Para descubrir las maravillas culinarias del lugar nos acercamos a la calle Gascona, (llamada así por ser la posada de los artesanos y comerciantes gascones llegados de Francia en el XIII), que es conocida en Oviedo como “El Boulevard de la Sidra ”. Bares y restaurantes se disponen a uno y otro lado de una calle en cuesta, olores a pulpo y calamares…
Cada vez que divisamos a un camarero disponiéndose a escanciar la sidra, apostamos a si el mítico líquido astur caerá más bien dentro del vaso o fuera del susodicho. Constato la maestría de estos profesionales de la restauración, e incluso hablaría de admiración. El camarero eleva la botella mientras guarda su mirada perdida en el horizonte, el líquido impacta el borde del vaso, que queda casi horizontal, y el oxígeno del aire se mezcla con el carbónico de la sidra. Una “jugada” perfecta.
Como de perfecto podría describirse el casco histórico de Oviedo, que muestra su cara amable al haber sido peatonalizado. De este modo, una magia y cierto romanticismo envuelve a la ciudad medieval, entregada por completo al viajero.
En sus calles nos vamos encontrando con personajes que dieron vida a la ciudad, esculturas que rinden homenaje a la pescadera, la guisandera, la maternidad; a la fotógrafa “la torera”, la lechera, la vaca asturiana… a Woody Allen (la última película de este director, Vicky Cristina Barcelona, fue rodada en parte en la ciudad ovetense). Todo el mundo se fotografía con ellas, todo el mundo las abraza.

Woody Allen y La Regenta, de Clarín.
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