LISBOA… 
“Coraçao Independente”

Texto y Fotografías Juan José Pardo Mora
Foto Revolución de los Claveles RTVE©



Madrugada del 25 de Abril de 1974. En Radio Renascença se escucha “Grândola vila morena”, canción contraseña del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) que indica el comienzo de la sublevación y el fin de más de 40 años de dictadura. A estos militares se les unen miles de lisboetas “armados” con claveles, que colocan en los cañones de sus fusiles y tanques como símbolo de una revolución pacífica. António Spínola se convierte en Presidente de la Junta de Salvación Nacional, encargada de devolver la democracia a Portugal.
Septiembre de ese mismo año… mi padre, al mando de su Seat 600 llega a Lisboa junto a mi madre, mi hermano Alfonso y el que esto escribe, en medio de un intento de golpe de estado. Somos recluidos en un hotel durante unos días. Las calles vuelven a convertirse en un hervidero humano. Ese día se había convocado en Lisboa una manifestación en apoyo al general Spínola, la izquierda empezó a levantar barricadas y la manifestación finalmente se suspende.
35 años más tarde… Octubre de 2009… vuelvo a la capital lusa. En las calles los lisboetas continúan enarbolando banderas y gritando consignas… con la diferencia de que esta vez celebran la campaña de las Autárquicas (las Elecciones Municipales), y que la ciudad, coronada por sus 7 colinas, puede ser descubierta libremente.
En una de ellas, donde actualmente se halla el Castillo de São Jorge, se asentaron los fenicios, primeros pobladores de esta ciudad, buscando un baluarte estratégico desde donde poder divisar los aledaños. Así que siguiendo la sabiduría fenicia haremos lo mismo y ascenderemos al mirador de “Graça” que se ubica por esos lares, a los pies de la “Mouraria”, y donde se respira un aire de calma agradecida.
En la terraza del “Miradouro”, que así llaman a estos balcones que se precipitan sobre la ciudad, nos sirven un “garoto” (un café con leche en taza pequeña).
Desde esas alturas se siente el mestizaje de los que conviven allá abajo, gracias a ese Océano Atlántico que sigue atrayendo a seres de cada rincón del globo y que con el tiempo han ido esculpiendo el carácter del lisboeta.
Si hay una palabra que podría definir a los portugueses, esa es “saudade”; un sentimiento de melancolía irrefrenable, también de alegría, que por aquí dicen “se clava en el corazón”.
María Oña, corresponsal de RTVE en Lisboa la define así: “En español no tiene traducción porque habla de emociones, de sentimientos del alma, de una alegría ausente y de la esperanza de que algún día vuelva ... Habla de la resignación melancólica a los caprichos del destino, suena a vida, a la tuya o a la mía. A la más larga e inestable de las relaciones, a la del ser humano con el mundo”.
Leer estas últimas palabras nos empuja a conocer de cerca esa “alma” lusitana, y más adelante tendremos la oportunidad de vivir esa experiencia, que compartiré contigo, pues ese es y no otro el sentido de este viaje.
Descendemos al Barrio de “Baixa” en busca de una “ginjinha” para el aperitivo, (una mezcla de aguardiente, guindas, canela, azúcar y cuatro meses de reposo). El elevador de Santa Justa nos remonta al “Bairro Alto”, hacia la “Plaza do Carmo”, un nuevo mirador, nueva perspectiva de la ciudad; ahora la colina de Graça queda enfrente, donde la vista apenas alcanza, y por estos rincones a la hora de comer podríamos encontrar un buen guiso de bacalao bañado con vino de Oporto. El café… lo tomaríamos en el barrio elegante y literario de “Chiado” en el Café Brasileira, lugar bohemio que invita a la tertulia… podríamos acompañarlo con un pastel de Belém, a orillas del río, de los que hacen en la antigua fábrica de pasteles de nata, donde Dealinda y sus compañeras los preparan bajo una receta original cuyo secreto se guarda celosamente. 
Para la cena elegiría el barrio de “La Alfama”, el antiguo barrio de pescadores, quizás el lugar con más “Al—ma” de la ciudad, y que vive envuelto en la frescura del estuario.
Este Tajo, que se hermana con el Atlántico ante nuestros ojos, bien podría conducirnos a bellos parajes exóticos de vegetación exuberante, como la Sierra de Sintra en el Cabo de Roca, el punto más occidental de Europa, y una vez conocido como “El Fin del Mundo Conocido”, donde visitaríamos el romántico Palacio Da Pena envuelto en brumas de misterio; más hacia el Norte las hermosas playas del pueblo de Nazaré, con sus acantilados que invitan a sobrevolar el océano; y veríamos a sus mujeres ataviadas con trajes regionales, como a Carolina, ofreciendo dátiles y otros frutos, o a alguna de sus vecinas secando pescado sobre una de las arenas más finas de la costa lusa.
Y hablando de Nazaré… se me viene a la memoria que hace unos meses unos amigos de Murcia visitaron Lisboa. Josi, José, Pedro y Carmen conocieron a una señora vecina del barrio de “La Alfama” mientras callejeaban buscando algún lugar donde escuchar un buen fado. Se hicieron unas fotografías con ella . Tengo esas fotos aquí en la chaqueta y juntos vamos a buscar a esa señora que, casualidad o no a estas alturas del artículo… se llama Nazaré.
Pronto llegará la noche, así que cojamos el eléctrico nº28 en los jardines de Estrela, el tranvía “amarelo” (amarillo) más famoso de la capital, que debe de datar de la II Guerra Mundial. La conductora hace sonar la campana, y la “caja de madera” se pone en movimiento descendiendo vertiginosamente la “Rua de São Paulo” dirección la “Rua do Comercio”, donde frena en seco. Más adelante tendrá que salvar un gran desnivel al tener que remontar la sinuosa cuesta hacia el “Largo da Sé”. El “amarelo” acelera de nuevo. En su exterior, un par de jóvenes se agarran a la portezuela para no pagar el trayecto. Pasamos junto a la Catedral, la pendiente aumenta, los chicos en el exterior casi rozan sus traseros con las paredes de los edificios colindantes. El eléctrico frena en plena ascensión y bajamos en el mirador de Santa Lucía, agradeciendo al lisboeta San Antonio de Padua que los chicos hayan llegado enteros. Este “miradouro”, bien visto, es realmente buen lugar para vivir un bello romance, bajo la pérgola que cubre la plazoleta, y además, nos ofrece una magnífica vista aérea de “La Alfama”. Allá abajo, sus casas blancas coronadas por tejados rojos descienden suavemente hacia el estuario del Tajo. Una canción popular portuguesa, “Lejos de Lisboa”, bien podría describir la atmósfera de aquel lugar: “La melancolía de calles antiguas / que huelen a mares. / Gente que camina y luces de luna / de barcos que parten…”.
Busco en el bolsillo de mi chaqueta la dirección de Nazaré, que no aparece en ningún callejero. Vive en un “Beco”, uno de los cientos de callejones que pueblan su barrio. Deambulando por este laberinto se escuchan algunas notas de violas y guitarras. Incluso los vecinos dudan de hacia donde debo dirigirme para llegar al beco, y recuerdo entonces aquel programa de TVE llamado “En busca del tesoro” con Miguel de la Cuadra Salcedo.
Finalmente la encuentro, no me espera, ni siquiera me conoce. Le muestro las fotos, las ojea, me mira, sonríe y me invita emocionada a entrar a su casa. Nazaré me ofrece un vino de Oporto, me habla de su vida, me enseña antiguas fotografías en blanco y negro de su boda y su familia. Del armario, justo detrás de ella, sobresale una pequeña figura de San Pedro, del cual es muy devota, y que se parece, casualidad o no, a mi amigo Pedro, que fue quien la conoció primero. Me cuenta historias de su barrio y de cuando conoció a la diva del fado Amália Rodrigues durante la filmación de una película francesa. Nazaré se autodefine como una mujer pura, y cuando pronuncia estas palabras no puede evitar que aflore alguna que otra lágrima en sus ojos, que al mismo tiempo sonríen. Comparto con ella uno de mis sueños… escuchar un fado que venga del alma de una lisboeta. Ella cantaba, me dice, hasta que murió su marido. Le pido que vuelva a hacerlo, esta vez para mí… y tras unos segundos de incertidumbre, su voz, después de muchos años callada, se arranca de nuevo con la melodía de “Stranha forma de vida”…

Esa misma noche, en el Jardín de Invierno del Teatro São Luiz, canta Celeste, la hermana de Amália Rodrigues, acompañada de una viola de fado, una guitarra portuguesa, y un grupo de fadistas amigos de la diva ya desaparecida. Noche de fados… noche de sueños hechos realidad…
Antes de volver a casa abordamos un ferry que nos lleva a Cacilhas, pueblo pesquero en la orilla sur del Tajo, frente a la capital. El contorno de Lisboa, al otro lado, nos recuerda a Venecia. La estatua del Cristo Rei se alza a mi izquierda con la misma grandeza que el Cristo Redentor del cerro de Corcovado en Río de Janeiro. Las aguas del Tajo fluyen bajo el puente “25 de Abril”, que las saluda antes de confluir en el Atlántico, quizás con algo de “saudade”, por todas las maravillas dejadas atrás y que ha podido contemplar desde su nacimiento en la Sierra de Albarracín. Mientras sumerjo la mano en las aguas, uno se imagina zarpando en un gran velero, cual navegante portugués Vasco de Gama, volviendo a surcar el vasto Océano y deseando, a tí que esto lees, un 2010 rebosante de nuevas aventuras.

CARTA A NAZARÉ (traducción al portugués: Miguel Pedrosa):

Obrigado pelo seu "Coração Independente", por realizar o meu sonho, o de ouvir um fado saído do fundo da alma de uma lisboeta e, especialmente, pelo eterno sorriso dos seus olhos e do seu puro coração. Por favor, continue a cantar à vida!:

Coração independente
Coração que não comando
Vives perdido entre a gente
Teimosamente sangrando
Coração independente

Eu não te acompanho mais
Pára deixa de bater
Se não sabes onde vais
Porque teimas em correr
Eu não te acompanho mais
Se não sabes onde vais
Pára deixa de bater
Eu não te acompanho mais

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