PROVENZA…
agrieta la tierra“
Textos y fotografías de Juan José Pardo Mora
escribiendoconluz@yahoo.es
Dedié a Will, Annabel, Christophe et Laurette.
Al este de Saint-Jean-de-Védas, nuestro pueblo hermano, y más allá de la Camarga, habita el corazón de la Provenza… el departamento del Var.
Annabel y Wilfried, dos buenos amigos y desposados no hace mucho, me reciben en Cabasse, enclavada en un frondoso valle a la vera del río Issole. En los días siguientes exploramos los aledaños, sucediéndose esta cascada de imágenes:
Wilfried al volante, y en ruta de Brignoles a Cabasse, un gazapo atraviesa serenamente la calzada. Un jabalí, con las orejas bien tiesas, pasea entre parrales. En las afueras del pueblo, y en medio de una viña… un menhir aún erecto desde tiempos prehistóricos. En el pueblo la panadera vende su primera baguette de la mañana, bien caliente, bien crujiente; el kiosko de prensa su primer diario “Var-Matin”, donde leemos que Entrecasteaux celebra las jornadas europeas de la miel.
Confección de pan con especias, velas de cera de abeja, un apicultor extrayendo la miel de una colmena. Una señora octogenaria entra en su Citröen dos caballos con unas botellas de rosado de la bodega local. De las higueras, que nos escoltan a ambos lados de la ruta serpenteante, Annabel recoge higos para preparar mermelada casera. Mientras recorremos el Var, en los llanos de Valensole se extienden hasta el infinito inmensos campos de lavanda y lavandina. Color malva. Miel de espliego.
En Garéoult, mercado provenzal. Ajos, tomates, melones, aceitunas a los mil y un aromas de la provenza… salchichones con trocitos de higo. Entre colinas boscosas Entrecasteaux, pasadizos del siglo XI, viejas calles adoquinadas. Las reliquias de Santa María Magdalena reposando en St-Maximin-la-Ste-Baume. Aromas a jazmín y rosa. La madre de Wilfried, Laurette, envolviendo en una pequeña tela azul semillas de lavanda de su jardín, donde también crece un granado así como su sombra.
Ascensión al poblado troglodita de Cotignac, cavernas escavadas en un peñasco con vistas (Le Rocher). El canto enloquecido de una cigarra a media tarde. Vendimiadores encorvados al sol de septiembre. Desde un promontorio, y mirando al Mediterráneo, el pueblo medieval y artesano de Le Castellet. Las viñas, madre del vino rosado Côtes de Provence, seco y afrutado, cubren la Costa Azul desde Marsella a Niza. Calas y acantilados de ensueño entre Cassis y Marsella (Les Calanques). El tan temido mistral brilla por su ausencia. Colores de Provenza que inspiraron a Picasso, Van Gogh, Renoir; Matisse, Chagall, Cézanne…
En Rougiers, una partida nocturna de petanca en la fiesta local. En Saint-Tropez zarpa el Kimberly, bajo la atenta mirada de Christophe. Y no lejos, en Aubagne, el espíritu del escritor y director de cine Marcel Pagnol narrando sus “Recuerdos de infancia” (Souvenirs d´enfance), bajo la montaña del Garlabán, sobrevolada por una pareja de búhos al anochecer, y en la que aún resuena en cada rincón uno de sus poemas de juventud… “La Cigarra”:
Confección de pan con especias, velas de cera de abeja, un apicultor extrayendo la miel de una colmena. Una señora octogenaria entra en su Citröen dos caballos con unas botellas de rosado de la bodega local. De las higueras, que nos escoltan a ambos lados de la ruta serpenteante, Annabel recoge higos para preparar mermelada casera. Mientras recorremos el Var, en los llanos de Valensole se extienden hasta el infinito inmensos campos de lavanda y lavandina. Color malva. Miel de espliego.
En Garéoult, mercado provenzal. Ajos, tomates, melones, aceitunas a los mil y un aromas de la provenza… salchichones con trocitos de higo. Entre colinas boscosas Entrecasteaux, pasadizos del siglo XI, viejas calles adoquinadas. Las reliquias de Santa María Magdalena reposando en St-Maximin-la-Ste-Baume. Aromas a jazmín y rosa. La madre de Wilfried, Laurette, envolviendo en una pequeña tela azul semillas de lavanda de su jardín, donde también crece un granado así como su sombra.
Ascensión al poblado troglodita de Cotignac, cavernas escavadas en un peñasco con vistas (Le Rocher). El canto enloquecido de una cigarra a media tarde. Vendimiadores encorvados al sol de septiembre. Desde un promontorio, y mirando al Mediterráneo, el pueblo medieval y artesano de Le Castellet. Las viñas, madre del vino rosado Côtes de Provence, seco y afrutado, cubren la Costa Azul desde Marsella a Niza. Calas y acantilados de ensueño entre Cassis y Marsella (Les Calanques). El tan temido mistral brilla por su ausencia. Colores de Provenza que inspiraron a Picasso, Van Gogh, Renoir; Matisse, Chagall, Cézanne…
En Rougiers, una partida nocturna de petanca en la fiesta local. En Saint-Tropez zarpa el Kimberly, bajo la atenta mirada de Christophe. Y no lejos, en Aubagne, el espíritu del escritor y director de cine Marcel Pagnol narrando sus “Recuerdos de infancia” (Souvenirs d´enfance), bajo la montaña del Garlabán, sobrevolada por una pareja de búhos al anochecer, y en la que aún resuena en cada rincón uno de sus poemas de juventud… “La Cigarra”:
LA CIGALE
Aucun bruit ne trouble les champs
On n'entend plus les joyeux chants
Des oiseaux qui chantaient naguère.
Tous par la chaleur assoupis
Sous les buissons se sont tapis.
Seule une cigale est sur l'aire.
Son ventre sonore se meut
Sur une gerbe elle est posée
Seule elle n'est point épuisée
Par l'astre à l'haleine de feu.
Et la chanteuse infatigable
Jette dans l'air brûlant et bleu
Sa ritournelle interminable.
LA CIGARRA
Ningún ruido perturba los campos
Ya no se escuchan los alegres cantos
De los pájaros que cantaban hace ya un tiempo.
Todos por el calor adormecidos
Bajo los matorrales se han escondido.
En aquel lugar sólo hay una cigarra.
Su vientre sonoro se agita
Sobre una gavilla está posada
Aunque solitaria no está agotada
Por el astro de aliento de fuego.
Y la cantante incansable
Lanza al aire abrasador y azul
Su cantinela interminable.
Marcel Pagnol
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